AMOR IMAGINARIO
Psicoanálisis entre Goethe y Marguerite Duras
Autor: Andrea Moro
El término “Extimidad”, lo inventa Lacan y sólo lo nombra en dos ocasiones. Esto no implica que dicho concepto no atraviese toda la lógica de su enseñanza desde sus primeros textos hasta los últimos, plasmados en su topología tórica entre otros. En el presente artículo, particularmente me encuentro con el desafío de intentar dar cuenta de cuál es la relación entre extimidad y el amor romántico.
Para poder contextualizar un poco en qué momento se encontraba Lacan, alrededor del 1953, catalogando quizás a lo imaginario dentro de un marco poco feliz, surfeando en los mares de lo simbólico, luego de haber escrito el Estadio del espejo en el año 1936 definiendo los parámetros imaginarios. Un Lacan que venía de cierta disconformidad del público, cierta resistencia que lo acompañó hasta su excomulgación de la IPA: “En 1936, Lacan presentó en un círculo más amplio su primer ensayo analítico sobre el estadio del espejo, en el Congreso de la International Psychoanalitical Asociation en Marienbad, teoría que ya había expuesto en ese mismo año en una conferencia de la Sociedad Psicoanalítica de París. Su exposición, sin embargo, fue interrumpida a los pocos minutos por Ernest Jones y en medio del incidente, Lacan olvidó entregar los originales de su ensayo, las que finalmente se perdieron, de modo que de esta exposición solo se han conservado las notas de Françoise Dolto. La incómoda anécdota es relevante porque marca un primer hito en la historia de sus desacuerdos con la orientación que iba tomando esta asociación tras la muerte de Freud”[1]. En el año 1951, en Intervención sobre la transferencia planteando “el psicoanálisis es una experiencia dialéctica” pisando terreno hegeliano. En el Discurso de Roma, 26 de septiembre del 53, introduciendo el informe de Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, ya empieza a definir un cierto Real, comenzando a tomar la diferencia entre mot y parole: “Y para encaminarnos desde el polo del vocablo [mot] hacia el polo de la palabra [parole], definiré al primero como el punto de concurrencia del material más vacío de sentido en el significante con el efecto más real de lo simbólico, lugar que sostiene el santo y seña [mot de passe], bajo la doble faz del sinsentido al que al costumbre lo reduce, y de la tregua que aporta a la enemistad radical del hombre con su semejante. Punto cero, sin duda, del orden de las cosas, dado que ninguna cosa aparece aún allí, pero que ya contiene todo lo que el hombre puede esperar de su virtud, puesto que quien tiene el vocablo [mot] evita la muerte [mort].”[2], que posteriormente en el 60 en el seminario de la ética retoma para hablar del Das Ding. Pero investigando un poco más, el 8 de Julio del 53 en lo simbólico, lo imaginario y lo real, define quizás por primera vez lo real como:
“Lo real es la totalidad o el instante que se desvanece. En la experiencia analítica, para el sujeto es siempre el choque con alguna cosa, por ejemplo, el silencio del analista”.[3]
“Hay en el análisis una parte de real en nuestros sujetos que se nos escapa”.[4]
En estos años que tiene un acento hegeliano, simbólico, pero sin dejar de notar ya hablamos de los tres registros. Se encuentra en el contexto en el que sin decir la palabra extimidad, la desarrolla en un texto, uno de mis preferidos de por sí por ser un texto no autorizado, y en este detalle me atrevo a decir que aquí se nota la esencia de su razonamiento, ya que no se cuida (cuida frente a los posfreudianos, a la IPA). Este texto, es una visagra entre un quiebre, quizás por el momento implícito, de un paradigma romántico con Freud. “En una palabra, todo el esquema del Edipo debe ser criticado.” (Lacan, Intervenciones y textos 1 – Mito individual del Neurótico, 2010) Dice no poder ocuparse de eso aquella noche, pero adelanta, aquí habrá un cuarto elemento, un cuarteto del neurótico. Este tipo de socavamiento, hay que decirlo, ni más ni menos hacia los fundamentos mismos del psicoanálisis freudiano, hacia el complejo de Edipo, en mi opinión, es el mejor ejemplo de lo que los estudiantes debemos hacer. Romper los dogmas, poner en cuestionamiento constantemente. Estamos en un mundo donde la familia conyugal, las formas de comunicarse, las instituciones, todo ha cambiado. Seguimos rigiéndonos con los mismos conceptos antiguos. Si es que hay un concepto que me fascine en Lacan, es el No hay progreso. Estamos aterrados, el psicoanálisis se encuentra encasillado dentro de las instituciones de elite, donde se difunden los grandes conceptos, tan complejos que podemos decir con claridad y sin dudas que la gente, en general no está al tanto de lo que un psicoanalista piensa sobre “Ni una menos”. Ni hablar de lo que se piensa del famoso “colecho”. ¿Tendrá esto algo que ver, en “La cosa freudiana” cuando Lacan decía el cosismo (refiriéndose a La Cosa) no está bien visto? Y quizás sea hora de tener que hacer algo POR el psicoanálisis. Hacerlo re-existir.
En este maravilloso texto, el mito individual del neurótico, luego de mostrarse un tanto disconforme con el complejo de Edipo, empieza a hablar de la familia conyugal, hablando de los lazos de la madre y el padre para con el hijo, notablemente intenta empezar a forjar en su diccionario la palabra goce, concepto pivote para su última clínica. Aquí dice goces pacíficos o más bien simbólicos, que vendrían a concentrar lo más esencial de las estructuras culturales. Todos estos goces estarían representados en la figura del padre, la cual encarnaría una función simbólica.
Aquí vemos ya en el 53, la hiancia que trabajamos en el seminario de Extimidad, Lacan dice, la asunción de la función del padre supone una relación simbólica, que recubriría plenamente lo real. Continúa, está claro que este recubrimiento de lo simbólico y lo real es absolutamente inaprehensible. Nos encontramos con el meollo del asunto, la relación simbólico-real, significante-goce: la extimidad.
Prosigo, “sería necesario que el padre no sea solamente el nombre-del-padre, sino que represente en toda su plenitud el valor simbólico cristalizado de su función… El padre es siempre, en algún aspecto, un padre discordante en relación a su función, un padre carente, un padre humillado, como diría Claudel. Hay siempre una discordancia marcadamente neta entre lo que es percibido por el sujeto en el plano de lo real y la función simbólica. En este intervalo yace lo que hace que el complejo de Edipo tenga su valor: para nada normativizante sino, es el caso más frecuente, patógeno”.
Qué mejor momento para retomar este razonamiento, que en la actualidad, dónde la familia conyugal pasó a tener múltiples acepciones. Tan pocas veces nombró Lacan, “el padre carente”, siempre confuso para nuestro entender, pero que en este párrafo aclara sin pelos, el padre siempre estará en falta, y lo que subrayo personalmente: “sería necesario que el padre no sea solamente el nombre-del-padre”. Este es otro fundamento freudiano, cuestionado por Lacan. Considero que nuestro autor célebre, se encontraba en un callejón sin salida, se mantuvo años realmente sin querer tocar este punto tan sensible. Este tema lo lleva a su expulsión, podría ser éstas unas de las razones por las que no se autorizó este texto, y por qué no se atrevió a seguir desarrollándolo (públicamente).
“El segundo gran descubrimiento del psicoanálisis, no menos importante que la función simbólica del Edipo: la relación narcisista.
La relación narcisista con el semejante es la experiencia fundamental del desarrollo imaginario del ser humano. En tanto experiencia del yo (moi), su función es decisiva en la constitución del sujeto. ¿Qué es el yo, sino algo que el sujeto experimenta primero como algo que le es ajeno a él mismo en su propio interior? Es primero en otro, más avanzado, más perfecto que él, donde el sujeto se ve.”[5] Bien plasmado el concepto de Extimidad, en este momento inaugural para el sujeto, la razón, el origen de lo que hoy intentamos definir como Extimidad. Parecía imposible llegar a encontrar una relación entre Extimidad y lo imaginario. Ya que pareciese que nos regimos por una relación simbólica-real. Pero ya en este texto, Lacan sin su neologismo, lo nombra.
En este momento se encuentra entre Hegel y Heidegger. Hay un agujero en Hegel, la temporalidad, que lo lleva a empezar a tomarse de Heidegger, “En particular, ve su propia imagen en el espejo en una época en que es capaz de percibirla como un todo, mientras que él mismo no se experimenta como tal, sino que vive en el desasosiego original de todas las funciones motrices y afectivas que es propio de los primeros seis meses después del nacimiento. El sujeto tiene siempre de este modo una relación anticipada con su propia realización, que lo rechaza a él mismo a un plano de una profunda insuficiencia y da fe en él de una rajadura, de un desgarro originario, de una derelicción, para retomar el término heideggeriano. Por eso, en todas sus relaciones imaginarias se manifiesta una experiencia de la muerte”.[6]
En un intento de re-escribir el complejo de Edipo dice, hay un cuarteto, un cuarteto del neurótico y el cuarto elemento es la muerte. Este elemento sería mediador entre la madre, padre y niño. La teoría del narcicismo pondría en cuestionamiento un punto ciego de Hegel, a saber, en la lucha por puro prestigio, la dialéctica de la lucha a muerte, sería una muerte imaginada “Es igualmente la muerte imaginaria e imaginada la que se introduce en la dialéctica del drama edípico y es de ella de la que se trata en la formación del neurótico”.[7]
Este desgarro originario, da cuenta del concepto de extimidad y así mismo nos llevaría a pensar en el envoltorio amoroso. La extimidad es lo más íntimo sin dejar de ser exterior. Hay una dificultad para situarla, estructurarla, aceptarla, se preferiría extirparla. Es un agujero, un hiato que tiene el sujeto consigo mismo. Miller va a decir, en realidad son extimidades (en plural): éxtimo es el inconsciente, el objeto a, el Otro del significante, la Cosa. ¿Qué función tiene el envoltorio amoroso?
Los envoltorios son un intento del sujeto de cubrir el agujero, el hiato que hay en la identidad consigo mismo. El sujeto no tiene identidad consigo mismo, entonces intenta envolverlo en diferentes cuestiones, y como le resulta bastante intolerable siempre busca cubrirlo. El envoltorio amoroso da cuenta de un agujero que para mi entender, está relacionado directamente con este desgarro originario, con la relación narcisística. El agujero del envoltorio amoroso tiene que ver con el No hay relación sexual, donde el dos es un imposible. En donde no se puede hacer coincidir el objeto de amor, deseo y goce.
En el seminario de la Ética del psicoanálisis (1964) y el seminario de un Otro al otro (1968), Lacan toma al amor cortés en relación a la extimidad y comienza a elaborar un concepto de sublimación más complejo del que conocemos con Freud. “El amor cortés es, en efecto, una forma ejemplar, un paradigma de sublimación”[8].
Lacan se encuentra fascinado con el concepto de Das Ding, esta Cosa, no puede ser representada por otra cosa que no sea un vacío[9]. Un vacío, molesto. Esta Cosa vendría a ser en algún punto la intersección entre el significante y lo real[10]. “El vacío permanece en el centro y, precisamente por eso, se trata de sublimación… Quizá lo que describimos como ese lugar central, esa exterioridad íntima, esa extimidad, que es la Cosa, esclarecerá la pregunta que aún subsiste”[11].
El arte viene a ocupar un lugar importante, da como ejemplo la anamorfosis tomándola como el punto de vuelco en el que el artista invierte completamente la utilización de la ilusión del espacio, y en donde, una obra de arte trata de cercar la Cosa.
¿El amor cortés, que consta de la poesía cortés, se la puede tomar como una anamorfosis, es decir un arte que está a la altura de una cierta sublimación? Uno desde algún punto de vista, puede localizar en aquella forma de amar, una sublimación. Pero más adelante Lacan va a formalizar dos vertientes de la sublimación. El amor cortés gira entorno a un vacío propio del malestar en la cultura de aquella época. “Vemos nacer un tal consenso en cierta época histórica, en torno de un ideal que es el del amor cortés. Para cierto círculo, por más limitado que lo supongamos, ese ideal fue principio de una moral, de toda una serie de comportamientos, de lealtades, de medidas, de servicios, de ejemplaridad de la conducta. ¿Cuál era su eje? Una erótica.”[12] Lacan dice que este amor es una respuesta al lugar, a la posición efectiva de la mujer en aquella sociedad feudal. Un intento de promoción y liberación de la mujer dando como ejemplo a la condesa de Comminges, hija de cierto Guillermo de Montpellier. Este planteo es muy interesante para poder pensar cuál es el rol de la mujer en nuestra sociedad, y que tipo de amor predomina.
El amor cortés estaría localizando en la dama un objeto que sería enloquecedor. No importa cómo sea la Dama, debe tener este carácter: el de inalcanzable. Esto se coloca en el lugar de la Cosa. La función narcisista permanece imprecisa, porque es algo que va más allá de aquel ideal en el que el sujeto se proyecta. Cumple un papel límite que se plasma en el erotismo propio llevado a ser ni más ni menos que una técnica de suspensión, “del amor interruptus”. Lacan lo va a llamar la función ética del erotismo, que acaso no es lo mismo que decir, aquella forma en que la gente gozaba en el mismo momento de imaginarizarse transgrediendo los límites del deber, del bien y del mal, permitiendo que esta prohibición-privación[13] gire en torno al vacío mismo de la imposibilidad del dos. Para concluir con el amor cortés, se podría decir que el agujero del no hay relación sexual, se encuentra oculto, logra hacer creer que el problema es que la dama es inaccesible. Pone en juego el objeto del amor y del deseo, el encuentro carnal entre los sexos queda en una privación gozosa.
Más adelante en el seminario 16 (1968-1969) Lacan diferencia dos vertientes de la sublimación, yendo un paso más allá de Freud, porque él la pensaba en tanto la pulsión inhibida con respecto al fin, no habría fin sexual.
La primera vertiente tiene que ver justamente con el amor cortés. La sublimación es referida a la mujer (inaccesible) de esta relación amorosa, a condición de elevarla al nivel de La Cosa. El amor cortés “es un homenaje que rinde la poesía a su principio, a saber, el deseo sexual”[14]. En este sentido Lacan de un pasó más. Freud lo plantea al amor como sólo accesible con la condición de ser siempre estrechamente narcisista. En este tipo de sublimación hay un trabajo, un intento de solución que duró mucho tiempo.
La segunda vertiente de la sublimación tiene que ver con la obra de arte. Ésta es la relación que más le interesaría al psicoanálisis, que permite mostrar un saber hacer con el goce sexual a partir de la sublimación, y según Lacan sólo se lo explicaría a partir de la anatomía de la vacuola.
Por otra parte, en el seminario uno de Lacan, en el último capítulo, define dos tipos de amores diferentes. El amor en tanto don activo, un amor simbólico, y por otra parte una fascinación imaginaria, un amor padecido.
“Amar es amar un ser más allá de lo que parecer ser. El don activo del amor apunta hacia el otro en su ser. Dice que sólo habrá amor cuando existe relación simbólica como tal. Apunta más allá del cautiverio imaginario. El amor – en tanto es una de las tres líneas divisorias en las que el sujeto se compromete cuando se realiza simbólicamente en la palabra – se dirige hacia el ser del otro. Sin la palabra, en tanto ella afirma el ser, sólo hay Verliebtheit, fascinación imaginaria, pero no amor.
La imagen del yo – por el sólo hecho de ser imagen, el yo es yo ideal – resume toda la relación imaginaria en el hombre. Por producirse en un momento en que las funciones no están aun plenamente desarrolladas, adquiere un valor saludable, que la asunción jubilatoria del fenómeno del espejo expresa suficientemente; sin embargo, no por ello deja de estar en relación con la prematuración vital y, en consecuencia, con un déficit originario, con una hiancia a la que su estructura queda ligada.
Esta imagen de sí, el sujeto volverá a encontrarla constantemente como marco de sus categorías, de su aprehensión del mundo: como objeto, y esto, teniendo como intermediario al otro. Es en el otro siempre donde volverá a encontrar a su yo ideal, a partir de allí se desarrolla la dialéctica de sus relaciones con el otro.
Si el otro satura, colma esa imagen, se convierte en objeto de una carga narcisista que es la de la Verliebtheit. Recuerden a Werther encontrando a Carlota en el momento en que ella sostiene en sus brazos a un niño; ella justo coincide con la imago narcisista del joven héroe de la novela. Por el contrario, y siguiendo la misma línea, si el otro aparece frustrando al sujeto en su ideal y en su propia imagen, genera la tensión destructiva máxima. Por un pelo, la relación imaginaria con el otro vira en un sentido o en otro; es ésta la clave de los problemas que Freud plantea en lo que concierne a la súbita transformación entre amor y odio en la Verliebtheit”[15]
El joven Werther es un libro del año 1774 de Goethe, como podemos ver en todos los escritos de Lacan que rondan estos años 52, 53, 54 hay una insistencia que no cesa de inscribirse para con Goethe. Éste, particularmente es un libro representado por cartas que envía el protagonista a su amigo Guillermo, algunas pocas a Carlota (su amada) y a Alberto, el prometido de Carlota.
Werther es un joven artista sensible y apasionado, viaja a Wahlheim (ciudad ficticia basada en la ciudad de Garbenheim) donde queda encantado con las tradiciones simples de los campesinos. Va a definirlo justamente (para no perder de vista la orientación de nuestro seminario) un paraje acogedor, tan confidencial e íntimo.
Werther es advertido yendo de camino a un baile, de no enamorarse de esta mujer, Carlota, advertencia que provenía de la prima de Carlota. El protagonista no hace caso, no presta atención. Cuando pasa a buscar a esta mujer para ir al baile, él la encuentra rodeada de sus hermanos, hermanos a los cuales los cuidaba en tanto madre, ya que había muerto hace un tiempo su propia madre.
Allí comienza a padecer de sus pasiones, todo el relato se convierte en una mezcla de amor eufórico y angustia por no poder acceder a ella. Se hace amigo de Alberto, busca incansablemente razones para fundamentar la idea de que no fuera suficiente hombre para ella, cuestión que nunca encuentra. Su vida perdió por completo sentido. Lo único que hacía era pensar en ella.
Más adelante Werther se entera que el criado de una viuda, había matado a esta mujer, este criado que estaba enamorado de ella, y al no poder acceder a ella la mata. Este hombre, era un aldeano que estaba loco, al cual Werther, había conocido su historia de amor hace pocos días. Y en este momento es cuando Werther entra en verdaderos problemas, intenta salvar al loco, fundamentando que dicho asesinato habría que juzgarlo de otra manera ya que era un acto de amor. Quienes debían juzgarlo representando la ley, eran el padre de Carlota y Alberto. Ellos quedaron sorprendidos por la insistencia de Werther con respecto a este asunto. Alberto indignado con esta situación le pide a Carlota disminuya las visitas con Werther.
Carlota habla con Werther y le pide que no vuelva hasta la noche de navidad. Por su reacción, Carlota teme que Werther se suicide. Werther aparece una noche antes de lo pactado, se genera un momento de mucha tensión. Ella le pide que lea unas poesías de Ossian, las cuales trataban de un suicidio, los dos empiezan a llorar, él le da un beso y ella corre a encerrarse en el cuarto de al lado.
Luego de este episodio, el protagonista empieza a embellecer una idea, muy poética sobre el suicidio, sobre la muerte. Pide prestado a Alberto unas armas con la excusa de que las necesitaba para salir a cazar, y se termina suicidando con ellas.
De esta novela se desprenden numerosos temas a investigar, Lacan en el seminario uno, toma esta novela justamente para hablar del amor narcisista. Carlota es el objeto de un apego mortal para Werther, éste se fija imaginariamente a la coincidencia del objeto con su propia imagen fundamental: él mismo en brazos de su madre. En la elaboración de Lacan sobre el Estadio del Espejo desarrollando el narcisismo en tanto formadora de la constitución del yo, constitución del cuerpo y resaltando el eje a___a’ en donde el otro es el yo. Es ésta una de las extimidades de las cuales hablamos, éste es uno de los nombres que le da Miller a la extimidad: el otro es el yo, retomando el texto Proyecto de Freud en donde dice lo más próximo, es el prójimo.
En el fragmento del seminario uno que recorté, al principio Lacan nota como a partir de la palabra se afirma el ser, sino habrá fascinación imaginaria. Este amor narcisista tomado por lo imaginario, sin este atravesamiento simbólico que apaciguaría la relación, en el momento en el que él sabe que ya no podrá ver más a su amada, hay un corte irreparable, irremediable, que lo llevará a tener que elegir, alguien debe morir, él mismo lo dice: “Es preciso que uno de los tres muera, ¡y quiero ser yo!… ¡matarle a él (Alberto)… matarte a ti (Carlota) o matarme yo!”[16]. Éste es el punto radical, se corta la posibilidad de seguir viendo, porque él mientras vive su historia, entre los desencuentros amorosos, siendo no correspondido, busca alternativas para seguir viviendo, hasta, su límite, poder verla. Este sostén especular se rompe, se lo puede ilustrar además con lo que Miller llama el goce imaginario, el cual no procede de la palabra, ni del lenguaje, ni del sujeto. Está unido al yo como instancia imaginaria. Es intraimaginario, no es dialéctico, es un goce permanente, estancado e inerte. Este goce, tan bien representado en Werther: la elegida es Carlota, no hay forma de renunciar a ella.
La muerte tiene un peso notable en los años 50 para Lacan. En todos los textos que fui nombrando de esta época hace mención al concepto de Heidegger ser-para-la-muerte. Quizás estando tan influenciado con esta corriente filosófica, en el mito individual del neurótico, quiere realizar una formulación nueva, que posteriormente no toma tanto color. El cuarteto del neurótico en el que incluye como un cuarto elemento, esencial, la muerte.
“La muerte es perfectamente concebible como elemento mediador. Antes de que la teoría freudiana haya acentuado, con la existencia del padre, una función que es a la vez función de la palabra y función del amor, la metafísica hegeliana no había hesitado en construir toda la fenomenología de las relaciones humanas alrededor de la mediación mortal, tercero esencial del progreso por el cual el hombre se humaniza en la relación con su semejante. Puede decirse que la teoría del narcicismo, tal como se las expuse en su momento, da cuenta de algunos hechos que permanecen enigmáticos en Hegel. Después de todo, para que la dialéctica de la lucha a muerte, de la lucha por puro prestigio, pueda tan sólo tomar su punto de partida, es necesario que la muerte no sea realizada, pues el movimiento dialéctico se detendría a falta de combatientes, es necesario pues que sea imaginada. Es igualmente la muerte imaginaria e imaginada la que se introduce en la dialéctica del drama edípico y es de ella de la que se trata en la formación del neurótico”[17]. Este concepto de la muerte que es un poco dejado de lado, en tanto elemento mediador, genera un punto de interrogante al pensar el concepto de La Cosa, la muerte pensada en tanto vacío, como algo que nunca se termina de simbolizar, algo rechazado por el hombre, eso de lo que no se quiere hablar. ¿Habrá alguna conexión entre La Cosa y la muerte?, ¿Qué sería aquella calavera[18] que uno ve al alejarse del cuadro en el ejemplo de la anamorfosis?
Se podría decir que esta posibilidad de imaginarización de la muerte no está lograda en Werther, cuando se tropieza con su agujero forclusivo, aquel hiato que uno tiene consigo mismo, no equivalente al de la neurosis. El agujero éxtimo en el amor se envuelven de diferentes maneras, pero cuando este envoltorio cae, parece ser más que una caída, muchas veces es un desmantelamiento irrevocable en el caso de Werther. Si el suicidio toma estatuto de pasaje al acto, habría una identificación con el objeto a masiva. Ahora bien se conocen otras vías de sublimación, por las cuales se ha podido buscar una solución más acorde a la vida, y lo digo de esta manera, porque el suicidio socialmente se lo condena de forma negativa, pocos filósofos no lo criticaron, entre ellos David Hume, uno de los pocos que se atrevió a decir que nadie debe ser obligado a sufrir, y que inclusive a las personas se les debería dar la posibilidad de elegir si quieren vivir o no independientemente de su sufrimiento. Mi opinión es que la solución del suicidio quedará en un limbo, sin determinarla como buena o mala.
El concepto de sublimación también lo trabaja Lacan en su Homenaje a Margarite. Este tipo de sublimación se inscribe en la obra de arte, el objeto es recuperado por la vía de la producción del objeto de arte. Es decir, hay artistas, que logran hacer del objeto un significante. Este es el caso de Goethe, el cual ha reconocido no haberse suicidado el mismo al poder ficcionar algo de su historia personal en la novela de Werther. Y por otra parte, lo que Lacan saca a relucir en su homenaje, es como Durás logra con su escritura, mostrar lo que él mismo enseña con el psicoanálisis, es una suerte de lacaniana encubierta sin siquiera saberlo.
Margarite Durás logra mostrar el agujero del amor, y te lo dice con todas las letras: no hay relación sexual. Su literatura muestra el hiato. Logra mantener un discurso que no vele el carácter irreductible del no recubrimiento entre el objeto causa del deseo, el objeto de amor y objeto de goce. “Las criaturas Durás soportan el vacío”.
Por una parte está Lol. V Stein, que va a un baile con su novio, una mujer fatal lo saca a bailar, ella presencia esa escena: cómo el novio se iba con esta mujer. Lacan comenta, ella no puede decir que sufre, hay algo que se desata en este momento. Lol se sostiene de un “ser-de-a-tres”. Ella de desata pero luego se anuda en la escena en la que su amiga Tatiana tiene relaciones con Jacques Hold. Margarite logra delimitar el vacío en su historia, gira alrededor del vacío de la psicosis, y lo hace una obra de arte, una novela.
Su otra novela, las diez y media de una noche de verano, la protagonista llamada María se encuentra en su balcón observando cómo su marido la engaña con su amiga. Tiene tres opciones, suicidarse con el alcohol, asesinar al marido o a su amiga, o finalmente, salvar al asesino que mató a su mujer por ser engañado. Y esta tercera opción que ella propone es la que la hace lograr un giro, una vuelta más allá del amor romántico. María puede salvar a la asesina que lleva consigo misma, al salvar al asesino que el pueblo busca. Elige esta opción, sin importar ahora como termina la novela, esto es lo que Lacan llamó: sublimación.
BIBLIOGRAFÍA
[1] Roudinesco, Élisabeth; Plon, Michel. Diccionario de psicoanálisis. Artículo:Estadio del espejo; traducción de Jorge Piatigorsky y Gabriela Villalba. Paidós. 2008. p. 285.
(El Estadio del espejo publicado en “Los escritos 1” datan del año 1949 ante el Congreso Internacional de Psicoanálisis, en Zurich).
[2] Lacan J. Otros escritos. “Discurso de Roma”. Buenos Aires, Paidós. 2014. Pag. 165.
[3] Lacan J. De los Nombres del Padre. “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”. Buenos Aires. Editorial Paidós. 2014. Pág. 54.
[4] Lacan J. De los Nombres del Padre. “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”. Buenos Aires. Editorial Paidós. 2014. Pág. 15.
[5] Lacan J. Intervenciones y texto 1. “Mito individual del neurótico”. Buenos Aires. Paidós. 2010. Pág 57.
[6] Lacan J. Intervenciones y texto 1. “Mito individual del neurótico”. Buenos Aires. Paidós. 2010. Pág 57.
[7] Lacan J. Intervenciones y texto 1. “Mito individual del neurótico”. Buenos Aires. Paidós. 2010. Pág 58.
[8] Lacan J. La Ética del Psicoanálisis, “Breves comentarios al margen”. Buenos Aires. Paidós. 2011. Pág 158.
[9] “Esta Cosa, todas cuyas formas creadas por el hombre son del registro de la sublimación, estará representada siempre por un vacío, precisamente en tanto que ella no puede ser representada por otra cosa – o con más exactitud ella sólo puede ser representada por otra cosa. Pero, en toda forma de sublimación el vacío será determinante”. ( Lacan J. La Ética del Psicoanálisis, “Breves comentarios al margen”. Buenos Aires. Paidós. 2011. Pág 160)
[10] La Cosa es aquello que de lo real padece de esa relación fundamental, inicial, que compromete al hombre en las vías del significante, debido al hecho mismo de que está sometido a lo que Freud llama el principio de placer… es el efecto de la incidencia del significante sobre lo real psíquico lo que está en causa y por esta razón la empresa sublimatoria no es pura y simplemente insensata en todas sus formas- se responde con lo que está en juego.( Lacan J. La Ética del Psicoanálisis, “Breves comentarios al margen”. Buenos Aires. Paidós. 2011. Pág 166)
[11] Lacan J. La Ética del Psicoanálisis, “El amor cortés en la anamorfosis”. Buenos Aires. Paidós. 2011. Pág 171.
[12] Lacan J. La Ética del Psicoanálisis, “El amor cortés en la anamorfosis”. Buenos Aires. Paidós. 2011. Pág 178.
[13] . El objeto, señaladamente aquí el objeto femenino, se introduce por la muy singular puerta de la privación, de la inaccesibilidad. Cualquiera sea la posición social de quien funciona en este registro. No hay posibilidad de cantar a la Dama, en su posición poética, sin el presupuesto de una barrera que la rodea y la aísla.
[14] Lacan J. De un Otro al otro. “Las dos vertientes de la sublimación”. Buenos Aires. Paidós. 2008. Pag 212
[15] Lacan J. Los Escritos Técnicos de Freud. El concepto del Análisis. Buenos Aires. Paidós. 2010. Pág 410.
[16] Goethe W. Die Leiden des jungen Werthers – Werther. Madrid. Fontanals. 1970. Pág 147.
[17] Lacan J. Intervenciones y texto 1. “Mito individual del neurótico”. Buenos Aires. Paidós. 2010. Pág 58.
[18] Obra de arte de Holbein “Los embajadores”.En e
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